¡Fonoaudióloga y costurera!
Soy de la generación cuyas madres
mandaban a las niñas a aprender “corte y confección”, por eso he desarrollado
cierta habilidad con la aguja y el hilo. Y debo confesar que lo que se aprende
en etapas tempranas…no se olvida (como andar en bicicleta). Además, el ejemplo
de mi madre ha quedado grabado en mí y tuve la suerte de heredar parte de su
creatividad y destreza manual.
Frente a la situación que hoy nos
está tocando vivir, con una significativa modificación de las actividades
laborales, sociales y cotidianas, es que surgieron nuevas necesidades, siendo
una de ellas la incorporación a nuestra vestimenta de un accesorio, poco
práctico, que además de no permitir respirar cómodamente, esconde gran parte de
nuestro rostro, la sonrisa y los gestos faciales que dicen tanto en el acto
comunicativo: me refiero al TAPABOCA o BARBIJO ( nuevo vocablo incorporado a
nuestro léxico).
Si bien los ojos y las cejas
“hablan”, no son suficiente para sentir que estamos interactuando con el otro
de manera total. Necesitamos VER al otro, completar la información verbal que
nos llega auditivamente con el apoyo visual de los gestos y movimientos de la
boca. No solamente las personas con deficiencias auditivas tienen esta
necesidad, sino TODOS. Ver, oír, tocar, oler, degustar, son los maravillosos
sentidos que nos permiten percibir el mundo y cuando alguno nos falta…sentimos
que no contamos con todas las herramientas y algo se interrumpe.
Por ese motivo, y como
profesional de la palabra y la comunicación (que además sabe coser!), pensé que
podría hacer algo para mejorar esa situación: puse manos a la obra y comencé a
confeccionar tapabocas con visor (inclusivos). Aclaro que no los inventé yo, ya
existían y se utilizan especialmente en la población hipoacúsica y sus
interlocutores. Lo que yo hice fue tomar la idea y crear un modelo propio que
resultó del ensayo de varios patrones, hasta conseguir el más funcional, a mi
parecer.
Lo que más me alegró de esta
iniciativa, fue que no únicamente mis pacientes hipoacúsicos me los pidieron
para ellos y sus familias, amigos o compañeros de trabajo, sino que
fonoaudiólogos, psicomotricistas, docentes, psicólogos y psiquiatras comenzaron
a llamarme porque necesitaban “ver” a sus alumnos y/o pacientes y que los
vieran. Y así mis horas del día se fueron llenando de telas e hilos de colores
rodeando la novel máquina de coser (reciente regalo de aniversario de mi marido
para colaborar con la causa!). La antiquísima Singer de mi madre fue la que me
ayudó a dar el puntapié inicial y ahora le cedió el lugar a la moderna, de la
misma familia, que cuenta con muchos más recursos y facilita la tarea.
He sumado a mi quehacer
profesional una actividad más que me lleva tiempo y dedicación, pero que
también me llena de satisfacción. El COVID 19 me permitió sacar a flote una
habilidad que tenía bastante olvidada y día a día me desafía a buscar nuevas
combinaciones de colores y formas que alegren los rostros de las personas y les
permita verse más.
Qué increíble que es la
Fonoaudiología! Siempre abriendo caminos, aún en los momentos más difíciles!!!