Leticia se acomoda tranquilamente en el asiento de su escritorio y descansa un rato mientras espera a su próximo paciente. Se reclina sobre el respaldo al tiempo que sus ojos recorren el consultorio, sus libros en la biblioteca, el mueble con los coloridos juguetes a la vista, el espejo, el rincón de juego, los instrumentos musicales.
Detiene su mirada sobre la flauta que descansa en su erguido soporte, silenciosa, esbelta, quieta. Al verla toma conciencia de que hace mucho tiempo que no practica y teme haber olvidado las piezas aprendidas.
El reloj marca las siete de la tarde; ya es hora de que llegue Agustín, el niño nuevo de tan solo dos años y medio. Lo verá por primera vez, por eso lo citó a última hora, para poder tomarse el tiempo necesario para conocerlo.
_ Buenas tardes, ¿ se acuerda de mí ? Soy la mamá de Agustín.
_ Por supuesto, adelante, los estaba esperando-Leticia hace un gesto suave con su brazo
indicándole el rincón de juego para que dirija a su hijo hacia ahí.
_ ¿Lo dejo solito? –pregunta la madre algo nerviosa.
_ Si no reclama, ni llora, déjelo, quiero conocerlo– Leticia la calma con una sonrisa dándole a
entender que puede manejar la situación.
Agustín no demuestra ansiedad frente a la separación de su madre.
_ Entonces...espero afuera. Me siento acá cerquita por cualquier cosa... ¿le parece bien?
-pregunta la mamá inquieta.
_ Está bien, quédese tranquila, dejo la puerta entreabierta.
Comienza la sesión, Leticia observa a Agustín quien parece estar muy lejos de ese lugar. Se muestra inquieto y resulta difícil captar su atención, evita la mirada, deambula sin sentido, realiza movimientos estereotipados de manos y piernas, tiene carita de angustia frente a todo lo desconocido, y produce un llanto quejoso permanentemente sin motivo aparente.
Lentamente y con voz calma, ella intenta establecer algún tipo de contacto con esa personita que está y no está a la vez, pero de repente, un cúmulo de movimientos y gritos incontrolables fluyen del pequeño cuerpo sin poder encontrar la calma. El llanto lo ahoga y suspira profundamente.
La madre, nerviosa, escucha a su hijo e impacientemente se incorpora queriendo irrumpir en la sala para ver qué pasa. En ese instante, una suave melodía llega a sus oídos y comprueba con asombro e incredulidad que Agustín deja de llorar y respira pausadamente.
Las notas de una flauta dulce han calmado a su hijo y en un instante le devuelven a ella la tranquilidad, dibujándose una leve sonrisa en su rostro. Admite para sí, con cierto recelo, que Leticia también sabe cómo tratar a Agustín. Una placentera sensación de alivio la colma.
Toma asiento nuevamente y continúa esperando. Sabe que su hijo está en manos de alguien que lo comprende...tal vez, tanto como ella.
Nota: imagen bajada de google. http://www.catedu.es/lapicero_digital/IMG/jpg/RW144_El-tocador-de-flauta-Posteres.jpg
jueves, 17 de septiembre de 2009
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Eli, que emocionante, me imagino que es autobiografico, o por lo menos basado en algo que paso en la clinica. Me encanto!! como la flauta magica a Agustin. Lady Mary Anne
ResponderEliminarSi Mary Anne, es autobiográfico. Para algo me sirvió aprender a tocar la flauta!
ResponderEliminarHola, Eli me encantó lo que leí. el caso de Sabrina es impactante. Me gusta como desarrollas tus relatos. Besos con mucho cariño.
ResponderEliminarBuenos recursos que presentas en tu blog. Saludos PTB desde http://www.laesenciadeunviaje.com
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