
A todos ellos los conocí de chiquitos. Fueron mis primeros pacientes hipoacúsicos. Mi desafío, como fonoaudióloga era: enseñarles a hablar. Algunos dieron más trabajo que otros, unos rechazaban los audífonos, otros se negaban a vocalizar y usaban sus manos y cuerpo todo para hacerse entender, por el contrario estaban los que preferían mover sus boquitas e intentar sonidos y palabras aunque no las pudieran oir. Unos pocos fueron candidatos para el implante coclear, el que les permitió "volver a escuchar".
No todos se conocían entre sí, eso dependía de los días y horas en que tenían sus respectivas reeducaciones.
En algún momento de la vida, dejaron de recibir tratamiento por diversos motivos y por lo tanto dejé de verlos.
Hoy, muchos años después, gracias a la increíble posibilidad de interactuar a través de las redes sociales, los REENCONTRÉ!!! Todos se acuerdan de mi como "Eli, la que me enseñó a hablar" y me lo agradecen, eso me llena de orgullo.
Con el paso de los años, hubo quienes optaron por comunicarse a través de la lengua de señas únicamente, otros se oralizaron y hablan muy bien y están los que usan ambas modalidades, dependiendo del interlocutor.
Lo más importante es que después de todo este tiempo, encontré jóvenes felices, que se conocieron entre sí a lo largo de los años y hoy forman un hermoso grupo de amigos, en el que estoy integrada como una amiga más.
Todos ellos son mis AMIGOS, los que OYEN CON EL CORAZÓN.

