sábado, 5 de junio de 2021

Una fono costurera en tiempos de Covid...


  
¡Fonoaudióloga y costurera!

 

Soy de la generación cuyas madres mandaban a las niñas a aprender “corte y confección”, por eso he desarrollado cierta habilidad con la aguja y el hilo. Y debo confesar que lo que se aprende en etapas tempranas…no se olvida (como andar en bicicleta). Además, el ejemplo de mi madre ha quedado grabado en mí y tuve la suerte de heredar parte de su creatividad y destreza manual.

Frente a la situación que hoy nos está tocando vivir, con una significativa modificación de las actividades laborales, sociales y cotidianas, es que surgieron nuevas necesidades, siendo una de ellas la incorporación a nuestra vestimenta de un accesorio, poco práctico, que además de no permitir respirar cómodamente, esconde gran parte de nuestro rostro, la sonrisa y los gestos faciales que dicen tanto en el acto comunicativo: me refiero al TAPABOCA o BARBIJO ( nuevo vocablo incorporado a nuestro léxico).

Si bien los ojos y las cejas “hablan”, no son suficiente para sentir que estamos interactuando con el otro de manera total. Necesitamos VER al otro, completar la información verbal que nos llega auditivamente con el apoyo visual de los gestos y movimientos de la boca. No solamente las personas con deficiencias auditivas tienen esta necesidad, sino TODOS. Ver, oír, tocar, oler, degustar, son los maravillosos sentidos que nos permiten percibir el mundo y cuando alguno nos falta…sentimos que no contamos con todas las herramientas y algo se interrumpe.

Por ese motivo, y como profesional de la palabra y la comunicación (que además sabe coser!), pensé que podría hacer algo para mejorar esa situación: puse manos a la obra y comencé a confeccionar tapabocas con visor (inclusivos). Aclaro que no los inventé yo, ya existían y se utilizan especialmente en la población hipoacúsica y sus interlocutores. Lo que yo hice fue tomar la idea y crear un modelo propio que resultó del ensayo de varios patrones, hasta conseguir el más funcional, a mi parecer.

Lo que más me alegró de esta iniciativa, fue que no únicamente mis pacientes hipoacúsicos me los pidieron para ellos y sus familias, amigos o compañeros de trabajo, sino que fonoaudiólogos, psicomotricistas, docentes, psicólogos y psiquiatras comenzaron a llamarme porque necesitaban “ver” a sus alumnos y/o pacientes y que los vieran. Y así mis horas del día se fueron llenando de telas e hilos de colores rodeando la novel máquina de coser (reciente regalo de aniversario de mi marido para colaborar con la causa!). La antiquísima Singer de mi madre fue la que me ayudó a dar el puntapié inicial y ahora le cedió el lugar a la moderna, de la misma familia, que cuenta con muchos más recursos y facilita la tarea.   

He sumado a mi quehacer profesional una actividad más que me lleva tiempo y dedicación, pero que también me llena de satisfacción. El COVID 19 me permitió sacar a flote una habilidad que tenía bastante olvidada y día a día me desafía a buscar nuevas combinaciones de colores y formas que alegren los rostros de las personas y les permita verse más.

Qué increíble que es la Fonoaudiología! Siempre abriendo caminos, aún en los momentos más difíciles!!!

               

¡¡¡coloridos son más divertidos!!!












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