lunes, 7 de septiembre de 2009

El juguete de papá



Tomás era un niño pequeño de casi tres años. Era apocado, de gesto asustadizo, al que le costaba mucho relacionarse, tanto con niños como con los adultos. Parecía que siempre estaba a punto de llorar.
Desde que empezó a hablar, se dio cuenta que no podía hacerlo como los demás. Lo que estaba en su cabecita no lograba que saliera normalmente por su boca. Se le trancaban las palabras, sentía como si estuvieran amontonadas en el pico de un embudo y no pudieran pasar. Quedaba repiqueteando en las sílabas iniciales de las palabras sin poder llegar al final de una frase casi nunca.
Él se angustiaba mucho y desistía, sintiendo el fracaso en la comunicación… entonces dejaba de hablar. Esto ponía muy nerviosos a sus interlocutores quienes infructuosamente trataban de adivinar lo que quería decir mostrando objetos, haciendo acotaciones que pretendían suplir los estancamientos con palabras desacertadas. Él los miraba y se sentía incomprendido, bajaba la cabeza y callaba. Más de una vez le caía alguna lágrima sobre sus mejillas.
Así pasaron los años y Tomás continuaba con su tartamudez, razón por la cual fue etiquetado con el mote de Toto, que era la manera como le salía decir su nombre. Nunca llegaba al “más” para completar “ To-más”.
Ya un poquito más grande, en la escuela, la crueldad de sus compañeros le hacía replegarse cada vez más en sí mismo, por lo que empezó a aislarse en el recreo, mientras todos lo ignoraban.
Cierto día, jugando solo en el garaje de su casa, se topó con un baúl dentro del cual había algo que parecía ser un juquete que no conocía, era de madera y tenía una piola larga. Parece un alfajor –pensó -, fue corriendo hasta donde estaba su padre y le preguntó qué era eso. Él, visiblemente emocionado lo tomó en su mano con cariño y le contó que era un yo-yo de madera, el juguete favorito de su infancia. Sin mediar más palabras, tímidamente, temiendo no poder hacerlo, comenzó a demostrar su destreza con el querido y viejo juguete.
— ¡Qué bueno, pá! ¿Me dejás probar a mí?
Tomás lo tomó con sus manitos inexpertas , lo miró de cerca y se presentó:
— Yo soy To-to y vos sos yo-yo. Yo voy y vengo sobre las palabras y vos vas y venís sobre tu piola ( papá me dijo que se llama chaura ) . Así que somos muy parecidos. Creo que vamos a ser muy buenos amigos.
Tal fue la empatía de Tomás con su nuevo compañero de juego que llegó a convertirse en el Rey del yoyo . En la escuela, al verlo sus compañeros haciendo mil piruetas con el juguete, comenzaron a acercarse y a admirarlo. De ser el niño inadvertido pasó a ser el CRACK del YO-YO quien asombraba a grandes y chicos con sus habilidades motrices.
La sonrisa de felicidad inundó su carita cuando, el día de su cumpleaños número siete, entró a la clase como todos los días y fue recibido con un afectuoso aplauso que retumbó en toda la escuela, un dibujo enorme en el pizarrón de él con su súper yo-yo y el canto al unísono de “Que los cumplas felíiiiiiz…”



DATOS INTERESANTES
El yo-yo es un
juguete formado por un disco de madera, de plástico o de otros materiales con una ranura profunda en el centro de todo el borde, alrededor de la cual se enrolla un cordón que, anudado a un dedo se hace subir y bajar alternativamente. Se maneja el disco mediante sacudidas hacia arriba y abajo.
Los más hábiles han logrado hacerlo patinar en el suelo o realizar pruebas y piruetas según les permita la imaginación y la práctica. El perrito consiste en lanzar el yo-yo hacia abajo, logrando que el mismo se deslice sobre la cuerda, se deja correr por el piso, procurando luego incorporarlo al ritmo normal del juego. El columpio consiste en deslizarlo, una vez lanzado el Yo-yo, sujetando la cuerda un poco menos de la mitad. Con el otro extremo de la cuerda se forma un triángulo, y se introduce el Yo-yo en el centro, balanceándolo, para luego incorporarlo al ritmo normal del juego.
Es un entretenimiento de niños y adultos. Los modelos de yo-yo van desde los materiales y formatos más tradicionales hasta algunos con luces y sonidos.

Origen
El yo-yo tuvo su origen en un artilugio de caza, que usaban en los comienzos de la
Edad Moderna, ciertas civilizaciones para obtener sus presas para alimentarse, y requería de cierta habilidad para manejarlo.
En el
siglo XVI, los cazadores filipinos idearon un yo-yo, que era un arma constituida por dos grandes discos de madera y una recia liana que los unía. El yo-yo se lanzaba con habilidad, y su liana atrapaba al animal por las patas y lo derribaba, lo que permitía acabar con él con toda facilidad. El yo-yo facilitaba la tarea a los cazadores, como en el caso del bumerán australiano, que también permitía reducir a la presa desde lejos. El nombre proviene del tagalo, una lengua Indonesia que es la más antigua y la más hablada entre los filipinos. En su origen el yo-yo no era, pues, un juguete.
En los años veinte, un americano emprendedor llamado Donald Duncan pudo contemplar el yo-yo filipino en acción. Reduciendo el tamaño del arma, la transformó en un juguete infantil, conservando el nombre tagalo, pero el yo-yo de Duncan no fue el verdadero origen del juego.

Yo-yo en China (1000 a.C.)
Como juguete, el yo-yo se originó en China hacia el año 1000 a.C. La versión oriental consistía en dos discos de marfil con un cordón de seda arrollado alrededor de su eje central. Andando el tiempo, este juguete chino se difundió en Europa, donde fue adornado suntuosamente con joyas y pintado con dibujos geométricos, a fin de que su rotación creara efectos hipnóticos.

1 comentario:

  1. qué bueno todo Eli: el blog, los agregados (dibujos y explicaciones) y el diseño. Felicitaciones!!!

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